domingo, 28 de junio de 2009

Los que no eligen


Vivimos tiempos poco proclives a la ética y a la épica. Esta era de intrascendencia seguro que anticipa tiempos mejores. La humanidad siempre ha ido hacia delante, aunque haya tenido que superar las peores dictaduras, los infiernos medievales, y las mayores barbaridades. Hay que ser optimista, no positivo, que es una ordinariez de los frikis.

Cada día tiene su afán, hoy, sin duda, puede ser el final del pasado y el principio del futuro, pero no será gratuito, no será concedido, regalado, donado, procurado por alguien. En este mundo de la política, lo que no se hace entre todos, termina saliendo mal casi siempre. Pero para que algo se haga entre todos, cada uno debe ponerse primero de acuerdo consigo mismo, estableciendo un juicio propio, desde su criterio, desde su libertad, sobre lo que está ocurriendo.

Si es la hora, o no, ya se verá. Lo que está claro es que si uno no se designa a sí mismo, le acaban designando los demás. Por ahora, el partido magenta es un partido de designados, los dirigentes han sido designados y los militantes que les padecen o disfrutan también.

El problema en estas cosas de la designación es que cuando no son provisionales, cuando se pretende la perpetuación de lo designado, cuando se restringe la libertad, y se trata de imponer un determinado orden no democrático, la cohesión de los que comparten proyecto se resiente, se resquebraja la consistencia, y surgen las facciones.

Las facciones en un partido político son el producto inherente de la pluralidad, la libertad y la democracia, porque si no hay facciones hay fascistas. Así que mejor facciones que dibujen la pluralidad existente, que fascistas que traten de teñir con el color magenta todo lo que pueda existir.

Los militantes de UPyD, pueden elegir, entre dos alternativas claras: una que propone la designación para alcanzar algún día la democracia y otra que propone la democracia para evitar siempre la designación. La primera emula al tardofranquismo, a cualquier fascismo o estalinismo, porque todos los movimientos totalitarios abjuran de la democracia. La segunda considera que sin democracia no se puede seguir adelante.

Hoy, en Honduras, se ha producido un golpe de Estado incruento, parece ser que los militares, junto con otras instituciones, han derrocado al Presidente, porque pretendía convertirse en un émulo de Hugo Chavez, Evo Morales, o Fidel Castro, procurando su perpetuación en el poder.

Las comparaciones son odiosas, pero no dejo de ver cierto paralelismo entre las pretensiones del presidente hondureño y el Consejo de Dirección de UPyD, con su reglamento prefabricado, con su negación a las listas abiertas, con su designación inmanente de todo lo que se pueda designar. Siempre he considerado que los que pretenden guiar a la democracia, a estas alturas de la historia, son unos fascistas. Porque la democracia no admite guías, que pretenden aprovecharse de ella en su propio interés, nunca en el de los demás.

Quien necesite guías, es que no sabe a donde se dirige, ni cual es el camino, y considero que la inmensa mayoría de los militantes de este partido saben lo que quieren: democracia, libertad, justicia, respeto a la pluralidad, tolerancia, buen ambiente de trabajo, que sean todos los que juzgan y eligen a los demás, y no unos pocos los que juzgan y eligen a todos los demás. Lo quieren tanto para su partido como para su país, claro.

Los que se aferran a las normas para implantar sus decisiones, los que abusan de su poder para impedir la pluralidad existente, los que tratan de atar el futuro para aferrarse a la poltrona, los que juegan con los demás, sin respetarlos, con la autoridad que ellos mismos se han concedido, no quieren lo que quiere la mayoría.

Pues todo está bien claro, ahora solo queda que los que saben lo que quieren, los que quieren lo que saben, descubran el héroe que hay en su interior, oculto entre el destino de mediocridades que les ofrecen, y se planten, para más tarde conquistar lo que es suyo.

La democracia no admite gradientes, al igual que la libertad, la justicia, el respeto a la pluralidad, o la tolerancia. O las hay o no las hay, no hay alternativas intermedias, ni preliminares, ni precursoras.

Todo lo que inicialmente no es democracia, libertad, justicia, pluralidad o tolerancia, no lo será jamás. Y una dictadura fundamentada en una aristocracia de designados, no puede ser una democracia, ni puede existir en un ámbito de justicia y libertad.

Eli jo, yo elijo, pero no entre lo que me ofrecen, sino entre lo que deseo y quiero, no permito que nadie me retire el derecho a elegir, porque en ese momento me convertiré en su esclava, su sierva, su merienda. Así que a ponerse las pilas, a decidirse entre la libertad o la esclavitud, no hay más alternativas intermedias, ni transitorias, por mucho que se empeñen los designados, porque si admito que alguien tenga el poder de designar, en ese momento estoy renunciando a mi derecho a elegir, y sin libertad, son imposibles la democracia y la justicia.

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