Hay un grave problema en este partido, quizás el mayor de todos: sus dirigentes. No dan la talla para el proyecto que la mayoría de los votantes y militantes tienen en su cabeza, si la dieran, está claro que no habría tantos, ni tan graves problemas. Ni Carlos Martínez Gorriarán, ni Juan Luis Fabo, ni Francisco Pimentel, ni Marcos, ni Guardia –parece que los eligen- han logrado pasar en sus cabezas del modelo hormigas y guardianes (más edecanes), que podemos conocer magníficamente en “Vida de las hormigas” del inolvidable Maeterlinck. Ni Rosa Díez tampoco puede ser excluida del modelo, porque ella ha sido la hormiga reina, quien ha designado a quienes le acompañaban desde la quiebra de Basta Ya, por el engaño de Plataforma Pro, hasta la Tierra Prometida magenta. La UPyD está secuestrada por unos insectos retrógrados.
Ni son tiempos, ni son modos, ni son circunstancias, que en pleno Siglo XXI, cuando el mundo se ha reducido a comunicación y la interacción global e instantánea de ideas, sentimientos, y palabras nos ofrece una oportunidad magnífica para mezclar lo mejor (y lo peor) de nosotros mismos, unos “illuminati del tres al cuarto”, pretendan convertir UPyD en el reino prohibido de Buthan, estableciendo una férrea dictadura en su interior y un aislamiento extremo del exterior. Hasta la China comunista ha abierto sus puertas al intercambio comercial, aunque menos al fluir de ideas, pero lo terminará haciendo.
Rosa Díez, que funciona por impulsos, pero con una gran voluntad, posiblemente ya se haya dado cuenta de lo que está ocurriendo: cuanto mejor va el partido en la calle, peor va en casa; en su mano tiene la última decisión para que las cosas cambien, si no lo hace, ella misma se verá arrastrada por esta caterva al peor de los destinos: el camino que va desde la indiferencia al desprecio.
Y como este partido es predemocrático, hasta que en noviembre se celebre el primer congreso la única forma de que las cosas se arreglen, es que Rosa cambie de criterio, rectificando, siendo inteligente, destituyendo a los guardianes, creando una gestora provisional sin control, ni poder, y formada por una mezcla de todas las facciones, hasta la primera asamblea general del partido, dejando que las cosas fluyan por sí mismas y sabiendo que nadie va a discutir su liderazgo; esperar a que los mejores triunfen en el congreso, sean los que sean. Rosa siempre saldrá elegida por aclamación. Un éxito garantizado para UPyD, para Rosa Díez, para el partido, que se habrá configurado democráticamente, con extraordinaria solidez, y no con extravagante sordidez.
Los pastores de la democracia que conforman la actual dirección, no dan para más. Hay que reconocerlo, si bien habrían sido excelentes promotores de la revolución soviética de 1917, se han quedado colgados en Stalin, no han pasado de ahí. Consideran el socialismo como el único cielo posible, en su sectarismo particular, son incapaces de evolucionar más. Estos auténticos dinosaurios de la política, pretenden que la evolución se detenga, porque ellos han llegado a tocar poder por primera vez, para ver si ahora se logra lo que la historia ha impedido.
Hay un “décalage” entre las expectativas que ha despertado la formación magenta entre los españoles, hartos de maniqueísmos trasnochados, y las oportunidades que puede brindar el partido de Rosa Díez para contenerlas. Pero el “décalage” se puede convertir en abismo. Ciertamente, la caja es diminuta para contener la cosa, porque las ilusiones y las esperanzas no pueden reducirse a las escasas posibilidades que ofrece un modelo de partido autoritario, inquisidor y tontorrón, que es lo único que pueden ofrecer las incompetentes autoridades vigentes. Así las cosas, ocurrirá lo que tenga que ocurrir, si Rosa no experimenta una iluminación como la que tiró del caballo a Pablo, estamos perdidos todos.
Rosa Díez, ha conservado siempre en sus manos las riendas del proyecto, desde su comienzo hasta ahora. Todavía está en sus manos, por escaso tiempo, que el partido recupere el camino de la historia, de otra forma, su único destino terminará siendo la memoria, como tránsito hacia el olvido definitivo.
Como decía Lord Aston, los problemas de la democracia se resuelven con más democracia, y los de la libertad, eligiendo, no aceptando lo elegido por otros, añade esta berenjena.
Estimada Eli Jo, permíteme que me presente, soy Pasquino, ciudadano.
ResponderEliminarHace no mucho que sigo con interés tus interesantes –y divertidos- comentarios, y me vas a permitir que te diga que el de hoy me recuerda mucho a una historia antigua.
Había un dictador, llegado al poder por haber ganado una guerra civil, que tenía al país en un puño pero de cuantos desmanes se conocían la voz popular los achacaba a quienes le rodeaban, que el dictador era bueno y benéfico pero tenía la sistemática mala suerte de elegir a unos malvados como gente de confianza, empezando por la propia familia. La mala racha le duró más de 45 años, creo.
Y colorín colorado...
Bienvenido y gracias Pasquino, y aquella historia tan larga terminó con una cosa que llamaron transición, que consistía en que los que rodeaban al tirano, cuando este se murió en la cama, dijeron que si no hubiera sido por ellos jamás se habría producido el cambio. La gente se lo creyó, y pasaron otros 30 años hasta que descubrieron que los mangantes sobreviven con dictadura y sin ella, trincando como siempre, en plena impunidad.
ResponderEliminarPersonalmente, creo que sí hubo voluntad de transición en una serie de nombres procedentes del aparato de la dictadura (Ridruejo, Herrero Tejedor, Suárez -y los pongo en ese orden porque de alguna manera acaban constituyendo, sin pretenderlo, una saga-) y esta voluntad se torció cuando los dos partidos situados a los flancos de la formación que había liderado la transición, PSOE y AP, bien socavando desde dentro la esencia rupturista-desde-la-reforma que había caracterizado a UCD, bien usando la aureola de partido prohibido y en la oposición al franquismo para pervertir la voluntad de profundización en la democracia y degradar la transición a mero priísmo, tornavolteando esa mala conciencia del suarismo con respecto a su pasado (uno de los motores de esa profundización democrática y una de las razones de que la España del 77 al 81 -la España de la movida, de la contracultura, de la amnistía, de la fugaz primavera de la ultraizquierda, del centrismo como laboratorio de iniciativas, de las mil flores culturales y políticas, de los pactos anticainitas, de la conciencia de vivir un momento histórico y no un juego de rol- fuese tan LIBRE con mayúsculas en relación tanto con su pasado dictatorial y guerracivilista y su futuro antiutópico, entre orwelliano y mundofelicista) en pura prepotencia, se cargaron la última oportunidad que ha tenido este país de ser algo más que una página de EL BUSCON.
ResponderEliminarEl Zurdo, evidentemente, la libertad sin ira había cuajado, también tuvo sus manifestaciones, el orden de personajes no importa. Podrían añadirse muchos más, a los que citas, pero todos y todo cayó en la inercia de la estrangulación. El último Suárez, el que en Torremolinos apostó por Morodo, es un buen ejemplo de lo que hoy ocurre en UPyD. Un presidente de una formación política que no es ni cuestionado, ni cuestionable, no debe decidirs por ninguna de las alternativas que compiten por el futuro. Error que cometen todos los líderes de partido, sin excepción, porque la democracia y la libertad han llegado a la gente que participa en política, pero todavía no ha llegado a los dirigentes, que se valen de todas las artimañas para perpetuarse en el cargo, por tanto, la deriva del asunto siempre tiende hacia la mediocridad y no hacia la excelencia, lo que ahora está ocurriendo en UPyD es uno de los últimos episodios de las secuelas del feudalismo al que podemos asistir absortos. Es posible que existiera una primavera de Madrid, como existió una primavera de Praga, pero fue breve, aunque intenso. El 68 retrasado fue lo que se vivió aquí diez años después, y en los países del Este veinte años después. Bueno, seguimos avanzando
ResponderEliminarHay una diferencia a favor de Suárez en lo que planteas: esa pulsión gaullista de retirarse si no le hacen caso (pulsión que hago mía porque siempre la he seguido tanto en mis relaciones con grupos políticos como musicales -cuando la cosa no cuaja, soy el primero que se va-). La pulsión que distingue a De Gaulle de Franco y a Suárez de Aznar: la necesidad de plebiscito para sentirse legitimado frente a la pura y dura voluntad de permanencia porque "no se les puede dejar solos".
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