Es posible que sí. Ciertamente se despliega una gran violencia contra los militantes discrepantes desde la dirección del partido, en múltiples formas de expresión: persecuciones, espionajes, acosos, coacciones, limitaciones a la libertad de expresión, expulsiones, amenazas veladas y otras barbaridades impropias de una formación democrática del siglo XXI.
Comenta Antonio Márquez Fernández lo siguiente, sobre el tema:
La tipología de los acosadores políticos, entre los que posiblemente se encuentren uno o varios dirigentes de UPyD incluye alguna o varias de las características siguientes, que en su conjunto se corresponden habitualmente con un extraordinario complejo de inferioridad y una ocasión que le permite redimirse, abusando de su poder contra los demás, excluyendo a menudo a un cinturón de hierro de edecanes que le acompañan a todas partes. Los rasgos son los siguientes:
Narcisista:
Su incapacidad para asumir sus defectos le lleva a una susceptibilidad casi enfermiza ante cualquier crítica. Tal engreimiento le impide estimar las cualidades de los demás y reclama continuamente pleitesía, sumisión, acatamiento y hasta servilismo de los demás. A menudo es seductor y brillante, lo que complica las cosas. Marie France Hirigoyen lo explica de este modo:"El narciso, al no disponer de sustancia, se conectará al otro y, como una sanguijuela, intentará parasitar su vida. Sólo puede crear una relación en un registro de malignidad destructora. Goza al someterle y humillarle".
Soberbio:
Es la actitud de la persona que se tiene por bastante más de lo que es. El soberbio debe mostrar superioridad, categoría y preeminencia. "Lo hace sólo en aquélla faceta en la que sobresale, pero en otro contexto le delata su baja autoestima", explica el psicólogo Héctor González Ordi.
Manipulador:
Suele mostrar una gran habilidad para conducir a los demás, especialmente a sus más inmediatos colaboradores. Sus modales impertinentes derivan a menudo en menosprecio de los otros. Nunca reconoce virtudes de alguien que pueda hacerle sombra.
Envidioso:
Lamenta el éxito de los demás e intenta contaminarles de su pesimismo, arrebatándoles toda energía positiva, para reprochárselo más tarde.
Decía Schopenhauer: “He aquí la explicación del por qué al aparecer lo excelente donde quiera que aparezca y sea de la especie que sea, la inmensidad de las medianías se conjura y cierra filas en su contra a fin de no dejarlo prosperar y, si es posible, llegar incluso a asfixiarlo.”
Y añadía John Chaffee: “Cuando hay personas que se distinguen de la masa, la masa, en vez de desearles lo mejor y ayudarlos en lo posible, muestra una clara tendencia a echarles el guante y obligarlos a retroceder. Esa falta de caridad suele ser efecto de la envidia, pues quienes forman parte de la masa pueden suponer que el éxito ajeno podría ser un reflejo negativo de su propia falta de méritos.”
Autoritario:
Da órdenes, no hace sugerencias. Impone su criterio imbuido de que es la misma representación de la perfección. Nunca reconoce sus errores, pero sí los de todos los demás. Sanciona de forma inmediata cualquier cosa que considere indisciplina, y se toma como afrenta personal cualquier discrepancia o crítica.
Mediocre:
Practica una «mediocridad inoperante activa», un trastorno de la personalidad caracterizado por el ansia patológica de notoriedad, que llega hasta la impostura (apropiación del mérito de las víctimas), y, sobre todo, por una intensa envidia hacia la excelencia ajena, que procura destruir por todos los medios. Evidentemente esto es un desastre para las organizaciones.
Metódico y sistemático en su agresión:
La agresividad es claramente desencadenada por la envidia, envidia que siente el agresor y sus seguidores ante las capacidades y/o cualidades de la víctima que amenazan el privilegio o el ascenso de los demás. Para evitar esa competencia se desarrollan una serie de pautas que tienen como finalidad eliminar a esa persona, anularla. Algunas de las más usuales son las siguientes:
Ya va siendo hora de que los dirigentes de los partidos políticos respeten a sus compañeros como iguales. Estamos en el siglo XXI y nadie tiene que soportar comportamientos agresivos o vejatorios de nadie, en la plena impunidad que le ha concedido la fortuna de tener oportunidad de hacerlo y no evitarlo. Evidentemente, sería un gran paso para la democracia, si lo que ocurre en estos sistemas cerrados saliera a la luz, y fuera denominado como corresponde,como ha ocurrido en medios laborales, académicos o militares.
Que cada uno juzgue por si mismo a la vista de los hechos que se han producido y se están produciendo, y que tome la decisión que corresponda.
Comenta Antonio Márquez Fernández lo siguiente, sobre el tema:
“Ese proceso de mobbing político, de acoso moral, de hostigamiento psíquico y de violencia psicológica sobre la militancia más preparada, repetido una y otra vez, se van descerebrando las organizaciones de algunos partidos en los que se hace uso de esas prácticas grupales en la actividad interna partidaria. La responsabilidad es de quien se aprovecha de su superioridad jerárquica para rodearse de individuos de riesgo que constituyen una caterva de militancia cautiva, derivada de una selección clientelista, a los que se le asignan tareas, muchas veces remuneradas, al servicio de quien les manda, que en muchos casos consiste en eliminar a quien pueda hacer sombra. Ese tipo de dirigente, además de condonar el éxito de su grupo político, limita hasta su continuidad taponando la sucesión, por eso hay quien no tiene un número dos, ya que en su actitud morbosa y carencia de autoestima se consideraría, automáticamente, el número tres”.Pero si hay acoso político, es necesario que al menos haya un acosador o varios, mobbers, que habitualmente detentan el poder sin merecérselo demasiado, y apartan de su camino a todo el que pueda superarlo en inteligencia, capacidad, habilidades, o carisma.
La tipología de los acosadores políticos, entre los que posiblemente se encuentren uno o varios dirigentes de UPyD incluye alguna o varias de las características siguientes, que en su conjunto se corresponden habitualmente con un extraordinario complejo de inferioridad y una ocasión que le permite redimirse, abusando de su poder contra los demás, excluyendo a menudo a un cinturón de hierro de edecanes que le acompañan a todas partes. Los rasgos son los siguientes:
Narcisista:
Su incapacidad para asumir sus defectos le lleva a una susceptibilidad casi enfermiza ante cualquier crítica. Tal engreimiento le impide estimar las cualidades de los demás y reclama continuamente pleitesía, sumisión, acatamiento y hasta servilismo de los demás. A menudo es seductor y brillante, lo que complica las cosas. Marie France Hirigoyen lo explica de este modo:"El narciso, al no disponer de sustancia, se conectará al otro y, como una sanguijuela, intentará parasitar su vida. Sólo puede crear una relación en un registro de malignidad destructora. Goza al someterle y humillarle".
Soberbio:
Es la actitud de la persona que se tiene por bastante más de lo que es. El soberbio debe mostrar superioridad, categoría y preeminencia. "Lo hace sólo en aquélla faceta en la que sobresale, pero en otro contexto le delata su baja autoestima", explica el psicólogo Héctor González Ordi.
Manipulador:
Suele mostrar una gran habilidad para conducir a los demás, especialmente a sus más inmediatos colaboradores. Sus modales impertinentes derivan a menudo en menosprecio de los otros. Nunca reconoce virtudes de alguien que pueda hacerle sombra.
Envidioso:
Lamenta el éxito de los demás e intenta contaminarles de su pesimismo, arrebatándoles toda energía positiva, para reprochárselo más tarde.
Decía Schopenhauer: “He aquí la explicación del por qué al aparecer lo excelente donde quiera que aparezca y sea de la especie que sea, la inmensidad de las medianías se conjura y cierra filas en su contra a fin de no dejarlo prosperar y, si es posible, llegar incluso a asfixiarlo.”
Y añadía John Chaffee: “Cuando hay personas que se distinguen de la masa, la masa, en vez de desearles lo mejor y ayudarlos en lo posible, muestra una clara tendencia a echarles el guante y obligarlos a retroceder. Esa falta de caridad suele ser efecto de la envidia, pues quienes forman parte de la masa pueden suponer que el éxito ajeno podría ser un reflejo negativo de su propia falta de méritos.”
Autoritario:
Da órdenes, no hace sugerencias. Impone su criterio imbuido de que es la misma representación de la perfección. Nunca reconoce sus errores, pero sí los de todos los demás. Sanciona de forma inmediata cualquier cosa que considere indisciplina, y se toma como afrenta personal cualquier discrepancia o crítica.
Mediocre:
Practica una «mediocridad inoperante activa», un trastorno de la personalidad caracterizado por el ansia patológica de notoriedad, que llega hasta la impostura (apropiación del mérito de las víctimas), y, sobre todo, por una intensa envidia hacia la excelencia ajena, que procura destruir por todos los medios. Evidentemente esto es un desastre para las organizaciones.
Metódico y sistemático en su agresión:
La agresividad es claramente desencadenada por la envidia, envidia que siente el agresor y sus seguidores ante las capacidades y/o cualidades de la víctima que amenazan el privilegio o el ascenso de los demás. Para evitar esa competencia se desarrollan una serie de pautas que tienen como finalidad eliminar a esa persona, anularla. Algunas de las más usuales son las siguientes:
-Se impide la comunicación de la víctima con sus compañeros; para ello se la interrumpe constantemente, jamás son tenidas en consideración sus opiniones, se la ridiculiza, no se le contesta cuando demanda información o se hace con malos modales, se la excluye de cualquier fiesta o celebración.En fin, tal vez estemos pensando que en UPyD hay problemas políticos y en realidad lo que hay es mucha patología psicológica sin reconocimiento, ni tratamiento. A la vista de lo que ha ocurrido, alguien debería examinar con detenimiento los comportamientos que se han ido produciendo en el partido desde su fundación, para descartar que el poder se le ha subido a alguien a la cabeza y le ha trastornado de forma extravagante, siendo una responsabilidad de todos los militantes denunciar estas prácticas, si lograrán confirmarse, primero en el partido, y más tarde, en los juzgados.
-Los subordinados no cumplen sus ordenes y niegan haberlas recibido. También es denigrado y criticado ante los jefes.
-Su trabajo es manipulado para que incurra en graves errores. Por ejemplo se borran archivos de su ordenador, se le bloquea el correo, se abre su correspondencia, se le oculta información, etc.
-Se le asignan, en la medida de lo posible, trabajos que no son de su competencia, arduos y desagradables, también se le asignan tareas y plazos imposibles de llevar a cabo a fin de acusarle posteriormente de incapaz o vago.
-Se le niega la posibilidad de realizar actividades que se conceden a otros.
-La víctima es ridiculizada en cualquier momento u ocasión, bien sea por su aspecto físico, su forma de vestir, sus ideas o su procedencia.
-Es controlada constantemente por el agresor y sus seguidores de forma que cualquier acción, trabajo o movimiento va a ser censurado o criticado.
-Sus propuestas son rechazadas sin ser contempladas, sopesadas o evaluadas, se hace simplemente por principio.
-Su reputación es puesta en entredicho a través de chismes, críticas e insinuaciones malévolas acerca de su vida privada y social.
-Se la veja, humilla y provoca constantemente a fin de que reaccione de forma violenta o descontrolada.
Ya va siendo hora de que los dirigentes de los partidos políticos respeten a sus compañeros como iguales. Estamos en el siglo XXI y nadie tiene que soportar comportamientos agresivos o vejatorios de nadie, en la plena impunidad que le ha concedido la fortuna de tener oportunidad de hacerlo y no evitarlo. Evidentemente, sería un gran paso para la democracia, si lo que ocurre en estos sistemas cerrados saliera a la luz, y fuera denominado como corresponde,como ha ocurrido en medios laborales, académicos o militares.
Que cada uno juzgue por si mismo a la vista de los hechos que se han producido y se están produciendo, y que tome la decisión que corresponda.
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