He recorrido la red para contemplar como ha quedado el campo de batalla virtual tras la contienda entre los discípulos de Gatokan y las fuerzas rebeldes y dispersas que se han enfrentado a su tiranía; la escena configura un auténtico desastre para el presente y futuro de la formación magenta, no solo por las críticas enfurecidas de los atribulados defraudados, sino por el escaso apoyo de los más leales seguidores de la consigna: “los dirigentes designados son los que mandan, los demás militantes sólo pueden obedecer”.
Ahorraré ejemplos, pero contemplar el silencio de los blogueros que hace dos meses se oponían a cualquier crítica al partido magenta, nos informa mucho mejor de la situación en la que se encuentra el partido de Rosa Díez, que las críticas descarnadas al clima de despotismo ignorante en el que han sucedido los hechos.
Se aprecia que la UPyD está muy tocada, encarando su no lejano hundimiento definitivo, con el silencio que delata que la mayoría de las cosas que se han dicho, por extravagantes que resulten, son ciertas. Ni Rosa Díez, ni Gorriarán las han desmentido, sencillamente han dado una versión alternativa de lo acontecido y se han ido a la playa, posiblemente buscando la patera en la que han llegado a la política española, para regresar directamente al olvido.
UPyD tiene menos futuro que un salmonete en una parrilla. Cierto es que se merecen lo ocurrido, por demagogos e insolentes, por estafadores políticos, por sinvergüenzas que no han dudado en depurar de su partido a todos los que se oponían a su férrea dictadura. Lo hicieron con absoluta discreción, hasta que las linternas de la libertad iluminaron la caverna cochambrosa hasta la que habían conducido a sus seguidores.
Es cierto que la política española no está para finas filigranas de orfebrería estratégica, pero la imposición de una tiranía de una forma tan burda, torpe y sórdida, pensando que podía pasar desapercibida, es propia de individuos sin escrúpulos que desprecian a sus semejantes.
La operación de regeneración del socialismo español que era la alternativa que se ocultaba bajo el manto patriótico de Rosa Díez y el palio de la transversalidad política, ha fracasado; a pesar de los apoyos mediáticos recibidos de furibundos detractores de las andanzas de Rodríguez Zapatero, a pesar de los valientes apoyos electorales de los que están más hartos de Rajoy y Zapatero, al mismo tiempo, a pesar de la confianza expresada por los militantes ilusionados con un proyecto que parecía novedoso.
Ahora, las palabras de Rosa Díez sonarán con la misma estridencia inhumana que las de un distribuidor de carburante que nos da las gracias tras echar gasolina.
Todavía se piensan los ilusos dirigentes de UPyD, mientras preparan sus cuitas futuribles, que la población no se enterará de lo ocurrido en internet, el lugar donde se ha desarrollado la confrontación entre los tiranos disfrazados de demócratas y los demócratas sin disfraz, que tremenda ingenuidad.
La cuota de ciudadanos españoles que pueden ser engañados por UPyD se ha dividido por cien. Siguen sin darse cuenta de que el problema no es quien les ha criticado con razón, sino quien se va a atrever a defender las propuestas de Rosa Díez a partir de ahora, que está condenada a que sus palabras, cuanto más acertadas sean, más ridículas quedarán ante la opinión pública, porque no faltará periodista profesional o voluntario que le diga aquello de: ¿pero cómo va a lograr para este país lo que no ha sido capaz de conceder en su propio partido?. No nos tome el pelo, Doña Rosa, que ya vamos siendo mayores, usted es una vulgar demagoga.
El final político de Rosa Díez está asegurado, será tras su regreso de la playa, cuando el tsunami informativo arrase con todo lo que había soñado, asistiremos a un espectáculo viendo como trata de ocultar la verdad de los hechos con las mentiras de sus palabras. El congreso de noviembre será el cenotafio de UPyD. Hasta entonces, hay que seguir remando para que parezca que no ocurre nada.
Ahorraré ejemplos, pero contemplar el silencio de los blogueros que hace dos meses se oponían a cualquier crítica al partido magenta, nos informa mucho mejor de la situación en la que se encuentra el partido de Rosa Díez, que las críticas descarnadas al clima de despotismo ignorante en el que han sucedido los hechos.
Se aprecia que la UPyD está muy tocada, encarando su no lejano hundimiento definitivo, con el silencio que delata que la mayoría de las cosas que se han dicho, por extravagantes que resulten, son ciertas. Ni Rosa Díez, ni Gorriarán las han desmentido, sencillamente han dado una versión alternativa de lo acontecido y se han ido a la playa, posiblemente buscando la patera en la que han llegado a la política española, para regresar directamente al olvido.
UPyD tiene menos futuro que un salmonete en una parrilla. Cierto es que se merecen lo ocurrido, por demagogos e insolentes, por estafadores políticos, por sinvergüenzas que no han dudado en depurar de su partido a todos los que se oponían a su férrea dictadura. Lo hicieron con absoluta discreción, hasta que las linternas de la libertad iluminaron la caverna cochambrosa hasta la que habían conducido a sus seguidores.
Es cierto que la política española no está para finas filigranas de orfebrería estratégica, pero la imposición de una tiranía de una forma tan burda, torpe y sórdida, pensando que podía pasar desapercibida, es propia de individuos sin escrúpulos que desprecian a sus semejantes.
La operación de regeneración del socialismo español que era la alternativa que se ocultaba bajo el manto patriótico de Rosa Díez y el palio de la transversalidad política, ha fracasado; a pesar de los apoyos mediáticos recibidos de furibundos detractores de las andanzas de Rodríguez Zapatero, a pesar de los valientes apoyos electorales de los que están más hartos de Rajoy y Zapatero, al mismo tiempo, a pesar de la confianza expresada por los militantes ilusionados con un proyecto que parecía novedoso.
Ahora, las palabras de Rosa Díez sonarán con la misma estridencia inhumana que las de un distribuidor de carburante que nos da las gracias tras echar gasolina.
Todavía se piensan los ilusos dirigentes de UPyD, mientras preparan sus cuitas futuribles, que la población no se enterará de lo ocurrido en internet, el lugar donde se ha desarrollado la confrontación entre los tiranos disfrazados de demócratas y los demócratas sin disfraz, que tremenda ingenuidad.
La cuota de ciudadanos españoles que pueden ser engañados por UPyD se ha dividido por cien. Siguen sin darse cuenta de que el problema no es quien les ha criticado con razón, sino quien se va a atrever a defender las propuestas de Rosa Díez a partir de ahora, que está condenada a que sus palabras, cuanto más acertadas sean, más ridículas quedarán ante la opinión pública, porque no faltará periodista profesional o voluntario que le diga aquello de: ¿pero cómo va a lograr para este país lo que no ha sido capaz de conceder en su propio partido?. No nos tome el pelo, Doña Rosa, que ya vamos siendo mayores, usted es una vulgar demagoga.
El final político de Rosa Díez está asegurado, será tras su regreso de la playa, cuando el tsunami informativo arrase con todo lo que había soñado, asistiremos a un espectáculo viendo como trata de ocultar la verdad de los hechos con las mentiras de sus palabras. El congreso de noviembre será el cenotafio de UPyD. Hasta entonces, hay que seguir remando para que parezca que no ocurre nada.
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