sábado, 11 de julio de 2009

Los que callaron




Lo han hecho, sí, como era de esperar. Ya no niegan la crisis, ahora ni la niegan, ni no la niegan. Con un consejo político, en el que se han dado de baja más del 75 % de los miembros del consejo fundador, se ha aprobado hoy, no sé qué, que más da.

Demos una vuelta por los anzuelos para incautos de 2007, escribía Carlos Menéndez en Plataforma Pro, lo siguiente, por entonces:

"El funcionamiento de la democracia depende en buena medida del respeto a las reglas, pero también de que los partidos e instituciones que gestionan la política y representan o administran a la ciudadanía estén sometidos a normas exigentes de funcionamiento democrático interno. Es un contrasentido esperar que partidos autoritarios y burocratizados, que no respetan la menor pluralidad de corrientes en su seno o que se financian por medios turbios, actúen de otro modo cuando están en las instituciones. Por el contrario, la experiencia demuestra que una vez en el poder tienden a transmitir al Estado y a la sociedad sus propios vicios e irregularidades. Los escándalos de corrupción o de mala gestión de recursos públicos no son, muchas veces, sino la consecuencia de la extensión de malas prácticas corrientes e impunes en el interior de los partidos políticos y de las instituciones que controlan."


A la vista de lo que hoy conocemos de UPyD, la gente que acudió a engrosar las filas del proyecto magenta por argumentos como el anterior, saldría corriendo despavorida; pero ya no son necesarios, porque la divina progresista ya ha pasado de la nada al micrófono y ahora lo único que necesita es siervos que estén dispuestos a obedecer, callarse y pertenecer a una formación estalinista, sin inmutarse, al ver como sus compañeros hasta ayer compañeros, por pedir democracia y libertad, son expulsados del partido, o tienen que irse antes de que los expulsen. En la cuenta de resultados de su biografía quedará escrito para siempre su mezquindad.

Un elevado precio el que se exige hoy a los militantes de UPyD, un partido que se considera laico, exige creer en la única verdad de la que es profeta Rosa Díez; un partido que propone la regeneración democrática exige a sus militantes que acepten el autoritarismo déspota más degenerado como clima de convivencia; un partido que habla de la libertad, la impide en su seno; en fin, un partido que habla de igualdades distingue dos clases por designación, ni siquiera ya por nacimiento como en la época feudal, los dirigentes y los dirigidos, y no hay más posibilidades, cada uno tiene que ocupar su puesto en este OPUS magenta, para mayor gloria de Rosa Díez y sus edecanes.

¿Merece la pena entregar la dignidad propia a este akelarre de arbitrariedades?. Ni por los hijos se pierde la dignidad, así que los que decidan quedarse en UPyD estarán señalados de por vida como aquellos que cuando vieron que unos dirigentes fascistas impedían la democracia en su partido, callaron; cuando vieron que los dirigentes habían mentido abiertamente, callaron; cuando vieron que los dirigentes cometían auténticas tropelías, callaron; cuando vieron a sus compañeros de hace pocas horas salir abatidos por la puerta de la ignominia que les han preparado los dirigentes designados, también callaron. Y callaron ante el aplastamiento de los derechos fundamentales de los discrepantes, y callaron ante las barbaridades de los déspotas. Sí, los que se quedan, son los que callaron ante la injusticia, la opresión y el privilegio de los dirigentes, sin ellos no sería posible que ocurriera. Ya no se pueden llamar ciudadanos, ahora son políticos, unos políticos más.

Los que callaron, son los que hoy forman UPyD, ellos sabrán porque lo hacen. Que los juzguen quienes les conocen, sus parejas, sus hijos, sus amigos, sus conocidos, sus vecinos y la historia, yo no pienso hacerlo.

También hay otros que hablan para defender el silencio, esos jóvenes profetas de la causa como Albert Boadella y Fernando Savater. Ellos son aún peores, porque no se callaron, y pretenden con sus palabras que continue el engaño a los ciudadanos. No hay reglas, ni estrategias que valgan, para justificar la falta de democracia. Antes las personas que las reglas. Antes las personas que las reglas y los personajes que las imponen. A la mierda con vuestras reglas para favorecer el poder sin democracia y sin libertad.

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