miércoles, 14 de octubre de 2009

La guerra que todos perdimos





Dedicado a Jostxo.

¡Ah, la prosodia del destino!. Se aprecia cansancio, tedio y frustración en los frentes de batalla del gran conflicto que se dirime en los territorios del Partido RD (no, no se crean ni por un instante que es una abreviatura de la tan traída y llevada Regeneración Democrática, sino de las iniciales de la Divina Progresista, nuestra nunca bien ponderada RD).

Hoy, CMG (Cándido Mejías Godoy, también conocido como “Capitán Tormenta”, líder indiscutible -por indiscutido- del tabor magenta), está triste, la presión se incrementa cada día que pasa, con esa democracia que sólo produce herejes. ¡Que tremenda ingratitud la de los infieles!.

Al Apóstata, ese prodigio de ingenios, parece que las musas lo han abandonado; en estanoeslawebdeupyd lamentan la baja de una amiga y compañera; Mikel Buesa, hace semanas que sólo escribe de economía; Esveritate, de La Verdad de la Política, se ocupa de Fidel Castro; los de Ciudadanos en la Red se dedican a la literatura para la resistencia; sólo el memorioso Funes y el hombre del tiempo que hay en Plaza Moyúa, no cejan en el empeño de mostrar sus diversos optimismos. Ciudadanos sin complejos, espera; Ciudadanos por la Libertad, también.

El día de la nación nos ha dejado resaca de inanidad, la no dimisión de Ricardo Costa y el efímero paso del abucheado por el despacho oval en su bautizo de líder planetario (media hora en total, incluyendo las presentaciones y traducciones de la anunciada colusión astral), nos dejan de nuevo a los pies de los caballos, y en el partido magenta se dan cuenta del error cometido, ahora que están tan cerca de la oportunidad, porque los críticos no tendrán capacidad de ganar la guerra, pero los oficialistas tampoco.

Se avecina Congreso hostil, muy hostil y encarnizado, nada de marcha de húsares sobre Viena. Los herejes van a jugar su gran baza mostrando al mundo el prodigioso lado oscuro del Partido RD a la opinión pública. La derrota será compartida y el partido, quedará entre tocado y hundido. Tanto remar para morir a la orilla del poder, casi tocándolo con las manos. ¡Que necia es la osadía!

En estos momentos de triste locura, la berenjena quiere recordar al bueno de Cándido, aquel personaje que el autor del Tratado sobre la Tolerancia, el hereje Voltaire, nos concedió con su magnífica ironía, cuando en el capítulo III el personaje se sentía extraordinariamente impresionado por las consecuencias de la batalla entre los búlgaros y los abaros. Les dejo con un fragmento del relato, para que disfruten y estén muy atentos a lo que se avecina, no se olviden las cámaras digitales, porque la historia no espera.

De que modo se libro Cándido de manos de los búlgaros, y de lo que le sucedó después.

No había cosa mas hermosa, mas vistosa, mas lucida, ni mas bien ordenada que ambos ejércitos: las trompetas, los pífanos, los tambores, los obuses y los cañones formaban una armonía cual nunca la hubo en los infiernos. Primeramente los cañones derribaron unos seis mil hombres de cada parte, luego la fusilería barrio del mejor de los mundos unos nueve o diez mil bribones que infectaban su superficie; y finalmente la bayoneta fue la razón suficiente de la muerte de otros cuantos miles.
Todo ello podía sumar cosa de treinta millares. Durante esta heroica carnicería, Cándido, que temblaba como un filósofo, se escondió lo mejor que supo.

Mientras que hacían cantar un Te Deum, ambos reyes, cada uno en su campo, se resolvió nuestro héroe a ir a discurrir a otra parte sobre las causas y los efectos. Paso por encima de muertos y moribundos hacinados, y llego a un lugar inmediato que estaba hecho cenizas; y era un lugar abaro que conforme a las leyes de derecho publico habían incendiado los búlgaros: aquí, unos ancianos acribillados de heridas contemplaban exhalar el alma a sus esposas degolladas; mas allá, daban el postrer suspiro vírgenes pasadas a cuchillo después de haber saciado los deseos naturales de algunos héroes; otras medio tostadas clamaban por que las acabaran de matar; la tierra estaba sembrada de sesos al lado de brazos y piernas cortadas.

Huyó a toda prisa Cándido a otra aldea que pertenecía a los búlgaros, y que había sido igualmente tratada por los héroes abaros. Al fin, caminando sin cesar por cima de miembros palpitantes, o atravesando ruinas, salió al cabo fuera del teatro de la guerra, con algunas cortas provisiones en la mochila, y sin olvidarse un punto de su amada Cunegunda.

Pero redios, ¿cuál era el objetivo
que nos trajo hasta aquí?

3 comentarios:

  1. Buena pregunta, Berenjena.
    Y ojo, ¡que yo sólo estuve en un tris!

    Saludos.

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  2. 20090914 – Querida berenjena, permíteme que te contradiga y vea la botella medio llena. Si yo le hubiera tenido que poner título a este tu mensaje, este hubiera sido:

    “LA GUERRA QUE TODOS VAMOS A GANAR”

    Os puedo asegurar que la batalla que no se gana es la que no se da. Y que gane quien gane esta guerra, ya nada va a volver a ser igual que antes. Seguro que esto va a significar un paso más en el progreso socio-político de nuestro país, un revulsivo social que marcará época. Asi que, atajo de herejes incrédulos y deprimidos, ¿por qué habéis arrumbado vuestro espíritu quijotesco, y vuestro instinto de supervivencia?.

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  3. Pues ha acertado usted de pleno, señora berenjena, la guerra que todos perdimos, nunca mejor dicho.

    Saludos Liberales

    Erasmo

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