domingo, 21 de junio de 2009

El partido transformista de Rosa Díez




Los partidos políticos, son como los magníficos pintores del Renacimiento que nos legaron los frescos de los templos, con el tiempo se van destiñendo, obra y autor, van perdiendo el colorido y la fuerza original, para quedarse con el tinte mate, indiferenciado, mortecino, de la vejez igualitaria e inevitable.

La escena se va desfigurando, decolorando, ensombreciéndose la idea original, la nada primigenia disputa su parcela en el territorio de los sueños colectivos. Las obras de arte, como las especies, y los partidos políticos tienen su origen y decadencia, los que conocemos forman una infinitésima parte de las que realmente existieron. De las Maravillas de la Antigüedad, sólo nos quedan Las Pirámides, cada día más erosionadas. Los dinosaurios se extinguieron para que los ratones pudieran vivir, y los partidos políticos que siguen existiendo, lo hacen tras adaptarse a las circunstancias de la coyuntura, por su coherencia y congruencia, no por disfrazarse de lo que no son, aunque bien lo parezca, en este país que pone los pelos de punta, hasta los de las cejas y las barbas.

Del Magenta al Rosa

Del partido de Rosa Díez (ya sólo es de Rosa Díez) nos queda el rosa, de lo que ayer fue el magenta, estaba anunciado, el magenta no puede existir en la paleta universal de los colores originales. En internet hay numerosas reivindicaciones por su supervivencia en el mundo de colores posibles de la informática, de las tintas para impresoras, de las posibilidades cromáticas, pero los intereses mercantiles siempre son más poderosos que las ilusiones humanas.

Defender el magenta (fucsia o púrpura) se ha convertido en algo imposible, esa perfecta combinación de azul (sereno) y rojo (apasionado) no resulta viable. Al igual que tampoco lo resultan las ideas originales de UPyD, como no fue posible la vigencia de las de Ciudadanos, o las del CDS, como ancestros que fueron del partido de Rosa Díez.

Se está cayendo la mano de pintura –maquillaje- del partido nuevo, que no del nuevo partido. Algo ha debido fallar, cuando el azul se ha cambiado entre bambalinas por el blanco y la fuerza serena del magenta ha desaparecido en las manos sigilosas de los dirigentes de UPyD. Quizás sea mejor así, ahora es mucho más transparente la posibilidad de contemplar el engaño. Se repite la historia, ocurrió lo mismo en otros partidos precursores. Vivimos tiempos sin matices, grises, baldíos, para hacer temples o acuarelas, no grandes óleos.

En fin, el partido que iba a ser mezcla de todas las fuerzas, la alternativa política 2.0 que se anunciaba, recogiendo lo mejor del socialismo democrático y el liberalismo progresista, se nos ha quedado en una edición rosada del PSOE, de por sí ya bastante desleído y desolado; se apostaba por un ser humano nuevo, pero nos ha quedado un partido bastante homosexual, muy acorde con los tiempos, que reconoce en su modernidad una nueva identidad posible. Resulta curioso una de las primeras polémicas que tuvo el partido fue con este colectivo, al que tanto debe en su modelo histórico: el partido rosa, representación del movimiento gay, siempre asociado a las ideologías más progresistas, que han defendido su nueva identidad, el tercer sexo, la tercera vía, la tercera cultura, la tercera política, tal vez.

El partido travesti de Rosa Díez

El único problema que tienen los movimientos rosas es que son excluyentes, porque solo admiten en su seno a los que son homosexuales, tal vez también a los asexuales, pero los heterosexuales, salvo que estén en proceso de confusión interior, tienen vedada su presencia, por supuesto, también la representación de los mismos.
Ocurre al igual que con otros modelos como el del feminismo, los pacifistas, los prosélitos del cambio climático, los religiosos fundamentalistas, los ateos, los nazis, los nacionalistas extremos, los clubs de fans, las peñas futbolísticas, en fin, todos los movimientos sociales que no admitan en su seno la diversidad, la pluralidad, la diferencia, sino el sectarismo más evidente. UPyD es una opción más, entre todos ellos.

UPyD es un partido sectario, segmentario, estamental y transformista. Sectario, porque solo admite en sus filas a los que digan “sí bwana” a su lideresa y corte de liberados, segmentario, porque distingue en su interior dos clases diferenciadas: los dirigentes designados y el resto de militantes, también designados. Porque cada vez que Rosa Díez o Carlos Martínez Gorriarán, designan a un dirigente, porque les cae bien, porque no protesta, porque les aplaude todo, también están designando a quienes lo sufrirán, creando estamentos feudales por inspiración singular, creando señores y vasallos con una manifestación del autoritarismo más arcaico, en pleno siglo XXI. Lo de transformista es por todas los cambios, disfraces, y enmascaramientos que tiene que soportar para seguir existiendo, gracias a la inanidad de sus dirigentes.

En fin, el partido magenta se ha quedado en rosa claro, está claro que solo puede ser rosa, como el mundo rosa de la pantera rosa, porque el único tinte que admite en su filosofía es el rojo, como contraposición al blanco de todas las posibilidades potenciales pero no reales; por eso se puede decir, que ha perdido su cromatismo original, para quedarse en un partido en que lo masculino y lo femenino, el yin y el yang, no pueden ser posibles, solo la mixtura de ambos en una androginia indiferenciada es viable.

Está bien, fenomenal incluso, que alguien se acuerde de defender los derechos de los reprimidos, perseguidos, y excluidos socialmente a lo largo de la historia, pero nunca al precio de convertir a quienes tienen su identidad perfectamente definida en lo que no son, ni quieren ser, aunque tengan la posibilidad de llegar a ser designados el día de mañana para algún puesto o cargo sí admiten la intervención correspondiente, teniendo acogida así, en ese mundo feliz y rosado que promete ser la UPyD.

Seguro que los que nos aproximamos al proyecto lo debimos entender mal, porque nunca se prometió una opción transversal, lo que quisieron decir era transexual, o al menos travesti, al modo de las "drag queens", debió ser un error de prensa, porque a a vista de lo ocurrido, las cosas han quedado suficientemente claras y patentes.

Para quedarte en este partido tienes que desear con todas tus fuerzas que te cambien de sexo y seso, si quieres llegar a ser dirigente, salvo que ya seas un transformista en origen; en su defecto, que te "vistan, maquillen, y cambien tu presencia y existencia" lo que corresponda, para ser militante. Por eso nos ufanamos en ser laicos, ni religiosos, ni ateos. Lo que nos une es la igualdad, los que no sean iguales serán homogéneos tras la intervención correspondiente, menos los señores y señoras dirigentes, que esos pueden ser lo que les dé la gana, hacer lo que quieran, decir lo que les parezca, y nadie puede osar a criticarlos, porque los jefes siempre tienen razón. A ver si se van a pensar los inmigrantes que tienen los mismos derechos que los autóctonos fundadores del imperio rosa. Los que mandan eligen a los que les siguen, no iban a elegir los seguidores a los que mandan. Eso sería una democracia. ¡Basta Ya de insensateces!

Creo que tengo un problema personal. Esta berenjena quiere seguir siendo una berenjena, no una “acelgajena”, ni un “berenjenabo”, estas cosas de
"la ingeniería gética" me ponen los brotes escarpados, el alma enrarecida y la mala leche huérfana.

1 comentario:

  1. Como dirían Abbot y Costello, estimada anfitriona, eres maaaaala... (de malo a mala, mis cumplidos)

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