"Lo que más me inquieta es que en España todos se preguntan: ¿qué va a pasar?. Casi nadie se pregunta: ¿qué vamos a hacer?". Julián Marías
Estimada Eli Jo, permíteme que me presente, soy Pasquino, ciudadano.Hace no mucho que sigo con interés tus interesantes –y divertidos- comentarios, y me vas a permitir que te diga que el de hoy me recuerda mucho a una historia antigua.Había un dictador, llegado al poder por haber ganado una guerra civil, que tenía al país en un puño pero de cuantos desmanes se conocían la voz popular los achacaba a quienes le rodeaban, que el dictador era bueno y benéfico pero tenía la sistemática mala suerte de elegir a unos malvados como gente de confianza, empezando por la propia familia. La mala racha le duró más de 45 años, creo.Y colorín colorado...
Bienvenido y gracias Pasquino, y aquella historia tan larga terminó con una cosa que llamaron transición, que consistía en que los que rodeaban al tirano, cuando este se murió en la cama, dijeron que si no hubiera sido por ellos jamás se habría producido el cambio. La gente se lo creyó, y pasaron otros 30 años hasta que descubrieron que los mangantes sobreviven con dictadura y sin ella, trincando como siempre, en plena impunidad.
Personalmente, creo que sí hubo voluntad de transición en una serie de nombres procedentes del aparato de la dictadura (Ridruejo, Herrero Tejedor, Suárez -y los pongo en ese orden porque de alguna manera acaban constituyendo, sin pretenderlo, una saga-) y esta voluntad se torció cuando los dos partidos situados a los flancos de la formación que había liderado la transición, PSOE y AP, bien socavando desde dentro la esencia rupturista-desde-la-reforma que había caracterizado a UCD, bien usando la aureola de partido prohibido y en la oposición al franquismo para pervertir la voluntad de profundización en la democracia y degradar la transición a mero priísmo, tornavolteando esa mala conciencia del suarismo con respecto a su pasado (uno de los motores de esa profundización democrática y una de las razones de que la España del 77 al 81 -la España de la movida, de la contracultura, de la amnistía, de la fugaz primavera de la ultraizquierda, del centrismo como laboratorio de iniciativas, de las mil flores culturales y políticas, de los pactos anticainitas, de la conciencia de vivir un momento histórico y no un juego de rol- fuese tan LIBRE con mayúsculas en relación tanto con su pasado dictatorial y guerracivilista y su futuro antiutópico, entre orwelliano y mundofelicista) en pura prepotencia, se cargaron la última oportunidad que ha tenido este país de ser algo más que una página de EL BUSCON.
El Zurdo, evidentemente, la libertad sin ira había cuajado, también tuvo sus manifestaciones, el orden de personajes no importa. Podrían añadirse muchos más, a los que citas, pero todos y todo cayó en la inercia de la estrangulación. El último Suárez, el que en Torremolinos apostó por Morodo, es un buen ejemplo de lo que hoy ocurre en UPyD. Un presidente de una formación política que no es ni cuestionado, ni cuestionable, no debe decidirs por ninguna de las alternativas que compiten por el futuro. Error que cometen todos los líderes de partido, sin excepción, porque la democracia y la libertad han llegado a la gente que participa en política, pero todavía no ha llegado a los dirigentes, que se valen de todas las artimañas para perpetuarse en el cargo, por tanto, la deriva del asunto siempre tiende hacia la mediocridad y no hacia la excelencia, lo que ahora está ocurriendo en UPyD es uno de los últimos episodios de las secuelas del feudalismo al que podemos asistir absortos. Es posible que existiera una primavera de Madrid, como existió una primavera de Praga, pero fue breve, aunque intenso. El 68 retrasado fue lo que se vivió aquí diez años después, y en los países del Este veinte años después. Bueno, seguimos avanzando
Hay una diferencia a favor de Suárez en lo que planteas: esa pulsión gaullista de retirarse si no le hacen caso (pulsión que hago mía porque siempre la he seguido tanto en mis relaciones con grupos políticos como musicales -cuando la cosa no cuaja, soy el primero que se va-). La pulsión que distingue a De Gaulle de Franco y a Suárez de Aznar: la necesidad de plebiscito para sentirse legitimado frente a la pura y dura voluntad de permanencia porque "no se les puede dejar solos".
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Estimada Eli Jo, permíteme que me presente, soy Pasquino, ciudadano.
ResponderEliminarHace no mucho que sigo con interés tus interesantes –y divertidos- comentarios, y me vas a permitir que te diga que el de hoy me recuerda mucho a una historia antigua.
Había un dictador, llegado al poder por haber ganado una guerra civil, que tenía al país en un puño pero de cuantos desmanes se conocían la voz popular los achacaba a quienes le rodeaban, que el dictador era bueno y benéfico pero tenía la sistemática mala suerte de elegir a unos malvados como gente de confianza, empezando por la propia familia. La mala racha le duró más de 45 años, creo.
Y colorín colorado...
Bienvenido y gracias Pasquino, y aquella historia tan larga terminó con una cosa que llamaron transición, que consistía en que los que rodeaban al tirano, cuando este se murió en la cama, dijeron que si no hubiera sido por ellos jamás se habría producido el cambio. La gente se lo creyó, y pasaron otros 30 años hasta que descubrieron que los mangantes sobreviven con dictadura y sin ella, trincando como siempre, en plena impunidad.
ResponderEliminarPersonalmente, creo que sí hubo voluntad de transición en una serie de nombres procedentes del aparato de la dictadura (Ridruejo, Herrero Tejedor, Suárez -y los pongo en ese orden porque de alguna manera acaban constituyendo, sin pretenderlo, una saga-) y esta voluntad se torció cuando los dos partidos situados a los flancos de la formación que había liderado la transición, PSOE y AP, bien socavando desde dentro la esencia rupturista-desde-la-reforma que había caracterizado a UCD, bien usando la aureola de partido prohibido y en la oposición al franquismo para pervertir la voluntad de profundización en la democracia y degradar la transición a mero priísmo, tornavolteando esa mala conciencia del suarismo con respecto a su pasado (uno de los motores de esa profundización democrática y una de las razones de que la España del 77 al 81 -la España de la movida, de la contracultura, de la amnistía, de la fugaz primavera de la ultraizquierda, del centrismo como laboratorio de iniciativas, de las mil flores culturales y políticas, de los pactos anticainitas, de la conciencia de vivir un momento histórico y no un juego de rol- fuese tan LIBRE con mayúsculas en relación tanto con su pasado dictatorial y guerracivilista y su futuro antiutópico, entre orwelliano y mundofelicista) en pura prepotencia, se cargaron la última oportunidad que ha tenido este país de ser algo más que una página de EL BUSCON.
ResponderEliminarEl Zurdo, evidentemente, la libertad sin ira había cuajado, también tuvo sus manifestaciones, el orden de personajes no importa. Podrían añadirse muchos más, a los que citas, pero todos y todo cayó en la inercia de la estrangulación. El último Suárez, el que en Torremolinos apostó por Morodo, es un buen ejemplo de lo que hoy ocurre en UPyD. Un presidente de una formación política que no es ni cuestionado, ni cuestionable, no debe decidirs por ninguna de las alternativas que compiten por el futuro. Error que cometen todos los líderes de partido, sin excepción, porque la democracia y la libertad han llegado a la gente que participa en política, pero todavía no ha llegado a los dirigentes, que se valen de todas las artimañas para perpetuarse en el cargo, por tanto, la deriva del asunto siempre tiende hacia la mediocridad y no hacia la excelencia, lo que ahora está ocurriendo en UPyD es uno de los últimos episodios de las secuelas del feudalismo al que podemos asistir absortos. Es posible que existiera una primavera de Madrid, como existió una primavera de Praga, pero fue breve, aunque intenso. El 68 retrasado fue lo que se vivió aquí diez años después, y en los países del Este veinte años después. Bueno, seguimos avanzando
ResponderEliminarHay una diferencia a favor de Suárez en lo que planteas: esa pulsión gaullista de retirarse si no le hacen caso (pulsión que hago mía porque siempre la he seguido tanto en mis relaciones con grupos políticos como musicales -cuando la cosa no cuaja, soy el primero que se va-). La pulsión que distingue a De Gaulle de Franco y a Suárez de Aznar: la necesidad de plebiscito para sentirse legitimado frente a la pura y dura voluntad de permanencia porque "no se les puede dejar solos".
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